Nunca fue fácil.

A veces damos todo por alguien que no sabe que quiere. Le damos todo: tiempo, nuestra más tierna mirada, nuestro más sincero abrazo, nuestros más cálidos besos. Brindamos todo nuestro ser, lo que somos y lo que no también. Este es mi sacrificio, me abro a todo tipo de tempestades. Hasta que mi piel empiece a desgastarse y mis ojos a perder el brillo.

Confieso que lo hice una vez más, te quise sin pedirte permiso. Es que la profundidad de tus ojos me llama la atención, no podría vivir sin ellos. Y no me digas que me diste lo que necesitaba aquel día… solo fueron unas cuantas palabras sin consistencia, yo necesitaba amor. Puedo estar perdida, caminando a la deriva sin rumbo alguno. Y sin embargo, tal vez aún no es tarde para aprender de mis errores.

Todavía tengo algunas de esas fotos coloridas en el piso de mi habitación. Me hacen acordar a aquellos viejos tiempos que vivimos, me hace pensar que por un segundo tal vez estés aquí. Donde sea que estés, me gustaría que sepas que por más que el sol diera sobre aquella vereda, nunca abandoné tu abrazo de invierno, todavía lo tengo en mi bolsillo, junto a aquel beso con aroma a rosas. Sin la melancolía ni la melodía de mi voz, te recuerdo. Fugaces aquellos astros, pero no fue fugaz nuestro amor.

Besé labios de miel, busque en cada huella digital, jugué con fuego en esta vida. Hablé con los ángeles, hice un pacto con el diablo, me quede fría como una piedra. Te traté como un rey, pinte mi mundo con tus colores, sangré polvo de ladrillo. Sí, todavía corro. Vos rompiste las reglas, sabes que ya no te creo. Sin embargo todavía no encontré lo que estoy buscando: algo auténtico.